Culto teocéntrico vs antropocéntrico
Raúl Alvarez Torrico
Resumen
En este artículo se discuten las diferencias entre el programa de culto o adoración centrado en Dios (teocéntrico) y el programa de culto centrado en el hombre (antropocéntrico). Cuando hablamos de "programa de culto" nos referimos a las reuniones congregacionales que la iglesia Cristiana hace para rendir culto a Dios. Principalmente el culto congregacional central —generalmente en día domingo— pero también los otros cultos de la semana.
Los dos tipos de culto determinan directa o indirectamente el tipo de liturgia que se celebra en ambos casos. Por lo cual es importante entender claramente la diferencia entre ambos y cuál su sustento Bíblico si lo hubiera.
Programa de culto centrado en Dios
Todo programa de culto o adoración tiene que estar necesariamente centrado en Dios. Porque todos los propósitos y actividades que se realizan en el servicio de adoración vienen de Dios y son para Dios. Esto debería quedar de inicio claramente entendido y dado por hecho, pero no es así como veremos más adelante.
Hechos 2:42 nos muestra algunos de los propósitos principales de la reunión congregacional:
"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones." Hechos 2:42
Según el pasaje estos propósitos principales son:
- Perseverar en la doctrina de los apóstoles.
- Perseverar en la comunión unos con otros (comunión de los hermanos).
- Perseverar en el partimiento del pan (la Cena del Señor).
- Perseverar en las oraciones.
El pasaje anterior describe el prototipo de la reunión congregacional de adoración en la iglesia apostólica del Nuevo Testamento. Por lo que la práctica de una liturgia Bíblica no puede ignorar los elementos arriba mencionados, como parte de los principios litúrgicos fundamentales.
La liturgia Bíblica —así como todo en la vida cristiana— siempre ha sido y siempre será teocéntrica (centrada en Dios —Ro. 11:36). Por otra parte sin embargo, como efecto secundario de la práctica litúrgica o de la adoración a Dios, el hombre es también bendecido de manera indirecta. Pero el ser humano no puede ser el centro de la liturgia. La razón misma dicta que no se puede hablar de "culto a Dios", "adoración a Dios" o "servicio a Dios" y no poner a Dios como centro de todo lo que se hace en el culto. El concepto mismo de adoración en la BIblia —que significa postrarse con el rostro a tierra— es de forma implícita mutuamente excluyente con la idea de poner al hombre en el centro. Porque cuando en el culto el hombre toma preponderancia, Dios queda automáticamente excluido. Porque Dios no comparte su gloria con nadie.
"Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas." Isaías 42:8
"Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro." Isaías 48:11
Y si Dios queda excluido, toda pretensión de adoración a Dios se vuelve vana. Entonces, se puede argüir que la ausencia de un enfoque teocéntrico en el culto le quita su razón de ser.
¿Pero es que acaso hay realmente iglesias que rinden culto a Dios, poniendo al mismo tiempo al hombre como centro del programa? La respuesta es sí. Tal vez no lo hagan de manera directa y evidente, pero sí de manera sutil y desapercibida. Tal vez su intención no sea de principio mala, pero su enfoque no halla sustento en la Palabra.
Programa de culto centrado en el hombre
Hoy en día, el humanismo secular —que pone al ser humano como centro de todo— está influenciando perjudicialmente a la doctrina cristiana en general, y a la liturgia en particular. Se percibe así mismo un aroma existencialista que ha ido impregnando a la iglesia Cristiana hoy en día. Y este existencialismo en la iglesia le da a la experiencia mística y sensorial más valor que incluso la ley de Dios y la revelación de su Palabra.
Ambas cosas —el humanismo secular y el existencialismo— entre otras, han dado lugar al servicio de culto centrado en el hombre (antropocentrico). Este se caracteriza por moldear la liturgia en torno a saciar ciertas necesidades de las personas más que en torno a rendir verdadero tributo Dios. De este tipo de enfoque es que surge la idea de que el culto Cristiano es principalmente para bendecir a la audiencia. Algunas de las características sobresalientes de este tipo de programa son las siguientes:
- Preponderancia de la música y el espectáculo audiovisual.
- Predicación de prosperidad, éxito y superación personal.
- La celebración no de Dios, sino del hombre.
Analicemos cada una de ellas.
1. Preponderancia de la música y el espectáculo audiovisual
En el programa de culto antropocéntrico, la música y la experiencia audiovisual es importante para satisfacer la necesidad de las personas de experimentar fuertes emociones. Es un intento de copiar el impacto emocional de los espectáculos artísticos seculares. Por ejemplo las películas y los mega-conciertos seculares de música contemporánea. En este tipo de culto se recurre frecuentemente a la imitación de ciertas características encontradas en dichas exhibiciones de entretenimiento. Por ejemplo: el exagerado volumen sonoro, el uso de juego de luces, máquinas de humo, pantallas de video gigantes, parafernalia escenográfica, etc. Con un énfasis exagerado en la música, el teatro y el espectáculo en general. La idea es no brindar al asistente del culto una experiencia inferior a la que obtiene cuando ve una película de Hollywood o cuando asiste a un concierto de música pop o rock. La descarga de adrenalina producida por la sugestión sensorial y emocional en estos espectáculos es lo que sirve de gancho para conservar el interés y la atención de los asistentes.
Por otra parte, en este tipo de cultos se usa frecuentemente una música de fondo sentimental y sugestiva durante el tiempo de la predicación para aumentar el efecto dramático. Cuando en las películas la gente llora en escenas dramáticas, no lo hace exclusivamente por la trama de la escena o la actuación. Sino que el efecto dramático se amplifica intensamente con la ayuda de la música de fondo. Eso explica por ejemplo que algunas personas lleguen a emocionarse exageradamente en las películas, hasta el punto de perder el control. Esto es claramente manipulación emocional. Es un truco muy conocido y muy usado por directores de producción audiovisual.
Pero como Cristianos es importante considerar que cualquier tipo de manipulación —incluyendo la manipulación emocional— puede ser potencialmente pecado de engaño y mentira. Especialmente si se lo hace en el culto y en la predicación. ¿Por qué? Porque —como ejemplo— la manipulación emocional consiste en usar un mecanismo engañoso (una música melancólica) para elucidar una cierta reacción en la audiencia (tristeza y llanto), que de manera natural no surge. Y sabemos que es manipulación porque si quitamos el mecanismo artificial (la música), esa emoción exagerada (tristeza y llanto) se minimiza o desaparece completamente.
No estamos afirmando que esté mal que la congregación se emocionen en el culto o en la predicación. Pero cuando un predicador usa una música de fondo melancólica para añadirle artificialmente impacto emocional a su mensaje, lo que está haciendo es inflar engañosamente el contenido emocional de sus palabras. No es una presentación natural, honesta y auténtica de su mensaje, sino más bien artificial y engañosa. Y todo engaño es fundamentalmente pecado de mentira. Es un truco muy bajo que no condice con el carácter de los siervos de Dios. Si bien es cierto que muchos probablemente lo hacen sin mala intención y hasta tal vez por ignorancia. Por otra parte, es también malo si usamos la música del tiempo de la alabanza para condicionar en la congregación un tipo de respuesta emocional. Especialmente para el momento de la predicación.
En la verdadera predicación Bíblica, la Palabra de Dios afecta al ser humano ante todo en un nivel espiritual. Luego recién de manera secundaria en un nivel racional, luego recién en un nivel emocional. El efecto espiritual —que es el que transforma la vida del oyente— lo produce exclusivamente el Espíritu Santo sin la ayuda del ser humano. Su poder es infinito y el Espíritu Santo es además soberano en la aplicación de ese poder. Todo intento de tratar de ayudarle o incluso estorbarle por medio de trucos baratos es completamente fútil. Es como tratar de aumentar —o estorbar— el poder de un huracán con el soplido de nuestras bocas. Si la tormenta sopla, sopla con tanto poder que no hay nada que podamos hacer para ayudarla —o estorbarla. En cambio, si la tormenta no sopla, no podemos falsificar su presencia con la ayuda de trucos humanos. En otras palabras, cuando el Espíritu Santo toma la decisión soberana de obrar en la vida de las personas para transformarlas a través de la Palabra, lo hace de forma autosuficiente. Es decir, independientemente de nuestra intervención humana.
Finalmente, hay que decir que en el culto antropocéntrico el concepto de adoración y alabanza está por lo general fuertemente ligado con la experiencia sentimental que la música produce en la congregación. En esta concepción la alabanza y adoración son más "efectivas" cuando la experiencia sensorial-emocional es más profunda en la congregación. Se tiende a asociar la presencia de Dios con la profundidad de la emoción causada por la música. Sin embargo dicha noción es completamente ajena a la Palabra.
2. Predicación de prosperidad, éxito y superación personal
Manteniendo esa consonancia con una línea humanista y existencialista, el servicio de culto antropocéntrico quita en mayor o menor grado la enseñanza sólida de la Palabra, para dar lugar a lo que la naturaleza caída del hombre tiene comezón de oir: Que el evangelio es el camino a la prosperidad material, al éxito personal y a tener "nuestra mejor vida ahora" —no en en el cielo, sino ahora mismo en la tierra. Esto, en el mejor de los casos es una burda interpretación fuera del contexto de la Palabra de Dios, y en el peor de los casos, una tergiversación conciente de la Palabra para saciar los apetitos materiales de las personas. Esta es la forma en la que pastores que predican el "evangelio de la prosperidad" justifican su pecado de codicia y avaricia.
Un verdadero siervo de Dios —llámese pastor, predicador, ministro, etc.— es un servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios, no maestro de cosas vanales como el apego al dinero:
"Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios." 1 Corintios 4:1
En ese sentido, debe ser irreprensible y no codicioso de ganancias deshonestas:
"Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas," Tito 1:7
Su preocupación y ocupación principal debe ser administrar la multiforme gracia salvadora de Dios, no saciar los apetitos materiales de las personas:
"Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios." 1 Pedro 4:10
Nadie niega que es perfectamente posible que un creyente sea rico y tenga éxito personal, lo cual no es intrínsecamente malo. Pero la Biblia no enseña que dichas cosas sean consecuencia directa de nuestra salvación o nuestra relación con Dios. La Biblia no nos manda a predicar la búsqueda de las riquezas y el éxito de este mundo como parte del mensaje del evangelio. Y la iglesia —o el ministerio— no es lugar para la persecución de riqueza material o la atención de ambiciones personales.
¿Pero por qué es que enseñar la búsqueda de prosperidad y riqueza es contrario al verdadero evangelio? Porque contradice la Palabra de Dios e incita a la codicia y avaricia.
"Codicia"
Afán excesivo de riquezas.
"6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores." 1 Timoteo 6:6–10
La Biblia enseña que la piedad —salvación— debe ir acompañada de contentamiento —ausencia de codicia.
Cualquiera que predique el afán por las riquezas como parte del evangelio o de la vida Cristiana, se convierte en herramienta del enemigo para hacer tropezar a los creyentes. No en vano dice el pasaje anterior que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Y que la codicia del dinero puede causar que los creyentes se extravíen o apostaten de la fe.
¿Es acaso necesario decir mas? Si así fuera, todavía hay otros pasajes en la Biblia que nos instan a apartarnos de la codicia y avaricia. Por ahora el pasaje anterior presenta un argumento más que contundente.
3. La celebración no de Dios, sino del hombre
En el culto antropocéntrico Dios se convierte sólo en un pretexto, pues el objeto central del programa de culto es el hombre. ¿Cómo? Veamos a continuación.
Por una parte, los creyentes asisten al culto antropocéntrico seguros de que ellos son los sujetos principales del programa. Porque según ellos, el programa, las alabanzas, la predicación —e incluso Dios mismo— todo debe estar al servicio de sus necesidades espirituales y materiales:
- Las alabanzas son para "disfrutar de Dios y llenarse de su presencia". Lo cual es un eufemismo para tratar de justificar y validar el disfrute carnal de la música. Al más puro estilo de los conciertos seculares.
- La predicación debe estar para dar invariablemente las "buenas noticias" que la congregación quiere escuchar: Que Dios los quiere prosperar materialmente, los quiere sanar y los quiere defender de toda calamidad. O sea que Dios es una combinación de padrino rico, médico y guardaespaldas.
- Que las ofrendas no son un gasto, sino una inversión. "El que siembra generosamente, cosechará generosamente" dicen hablando del dinero. Como si las ofrendas fueran una especie de transacción comercial en la bolsa de valores, en la que uno necesariamente tiene que arriesgarse a invertir un tanto de dinero para poder multiplicarlo.
Ahora, nadie niega que es posible para el creyente gozarse y emocionarse cuando alaba al Señor cantando, por ejemplo. Pero ese gozo, si es verdadero, no puede depender por ejemplo, de la clase de instrumentos que se usan o del estilo de música que se canta. Porque si se quitaran ambas cosas, el gozo aún debería permanecer, si es realmente verdadero.
Nadie niega que Dios nos ama y tiene buenas noticias para nosotros. Pero no solo debemos predicar de su amor y su perdón, también debemos predicar del pecado, de la depravación del hombre y del juicio de Dios. Incluso si éso hace que las visitas se ofendan. Pues la ira y el castigo de Dios son tan reales como su amor y su perdón. Y en cuanto a las ofrendas, las ofrendas consisten en la práctica de nuestra generosidad, con la cual honramos a Dios. No ofrendamos porque estamos en necesidad. Ofrendamos porque otros lo están, y lo hacemos incluso si a nosotros mismos nos falta. Porque la verdadera generosidad no es dar de lo que a uno le sobra, sino dar a veces de lo que a uno le falta. Y demás está decir que lo que sea que ofrendemos a Dios, Él realmente no lo necesita, porque todo le pertenece. Entonces cuando ofrendamos a Dios, lo hacemos como una muestra de gratitud por su sustento diario.
Finalmente, es también triste y decepcionante ver cómo el culto se convierte en plataforma para la búsqueda de fama y fortuna personal. Varios músicos y cantantes cristianos lo usan para ese propósito. También varios pastores y predicadores. Sin duda alguna en algunas iglesias se enseña y se practica el culto a la personalidad.
Conclusión
No está bien poner a la experiencia sensorial, el disfrute personal y la gratificación de los seres humanos en el culto, por encima del deber de la adoración verdadera que la iglesia tiene,como pago de tributo obligatorio al Creador.
Nuestra liturgia es en gran parte determinada por cómo entendemos el servicio de adoración o culto. Si entendemos el culto en base a la enseñanza Bíblica, nuestra liturgia será apropiada y correcta. Pero si entendemos el culto en base a premisas humanas y carnales, nuestra liturgia se desvía de la Palabra. Y cuando la liturgia se desvía, se desvía también la doctrina, aunque no haya una intención conciente, porque liturgia y doctrina son inseparables. Pues cuando enseñamos en la iglesia un tipo determinado de liturgia automáticamente estamos enseñando también un tipo de doctrina.
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Este material está en constante revisión y complementación.
Versión 0.1 (07-03-24)