¿Cómo deben los hijos honrar a sus padres?
Raúl Alvarez Torrico
Resumen
En este estudio discutiremos acerca de la honra y obediencia que los hijos deben a sus padres y haremos referencia al mandamiento de Dios para los hijos —de honrara a sus padres— el cual está incluido en la ley moral de Dios. Luego definiremos de forma específica en qué consiste la honra a los padres y explicaremos por qué ellos son dignos de ella y cómo pueden los hijos honrar a sus padres en la práctica. Finalmente también hablaremos acerca de la honra como una "deuda" de hijos a padres y por qué Cristo se constituye en el ejemplo perfecto del Hijo que honra y obedece a su Padre.
¿Por qué los padres son dignos de honra y obediencia?
Honrar
Reverenciar, respetar, estimar, valorar
La honra de los padres es tan importante para Dios, que la incluyó en su ley moral como uno de los diez mandamientos. El quinto mandamiento específicamente dice así:
"Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da." Éxodo 20:12
Junto con la honra, para Dios es también importante la obediencia de los hijos a sus padres. Particularmente cuando éstos están aún bajo su cuidado y autoridad:
"Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor." Colosenses 3:20
Los padres son dignos de honra y obediencia no por méritos propios necesariamente, sino ante todo porque Dios así lo manda. Lo cual quiere decir que los padres realmente no necesitan ganarse la honra de sus hijos. Sino que esto es mandado por Dios incluso si los hijos piensan que sus padres no lo merecen. Es parte del diseño de Dios para la familia y una familia en la que los hijos no honran a sus padres, no es una familia que sigue el diseño de Dios.
"Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da." Deuteronomio 5:16
"Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado" dijo Dios cuando reveló su ley moral en los diez mandamientos. Y todos los seres humanos tenemos el deber de cumplir la ley moral de Dios, sin excepciones. Incluso los creyentes nacidos de nuevo, quienes debemos cumplirla no para ser salvos, sino porque somos salvos y hemos sido hechos hijos de Dios. Dicho de otro modo, no cumplimos la ley moral de Dios para hallar justificación —la cual es por fe solamente— sino porque obedecer todos los mandamientos de Dios es parte esencial de nuestro proceso de santificación progresiva.
Entonces, todo hijo está obligado delante de Dios a honrar a sus padres. Por contrapartida, Dios manda también a los padres velar por el bienestar de los hijos y no provocarlos a ira. Es decir, no provocar en ellos un enojo justificado delante de Dios.
Por otra parte, para Dios es importante la autoridad como parte del orden que él ha instaurado en la sociedad humana. Por eso es que tenemos autoridades en la familia, en la iglesia y en la sociedad. Y toda persona que tiene autoridad está de cierta manera en una posición superior a los demás —pues eso es lo que la autoridad implica. No en cuanto a su valor como persona, sino en cuanto a poder de decisión y ejecución delegados por Dios. La persona que tiene autoridad de parte de Dios representa a Dios y está para hacer la voluntad de Dios. Por lo cual también un día rendirá cuentas acerca del uso de esa autoridad que le ha sido delegada. Entonces, que los padres tengan autoridad sobre sus hijos significa que están en un rango superior a ellos. Y todo intento de los hijos de ignorar o invalidar esa posición o rango es pecado de rebeldía —pues quebrantan el quinto mandamiento— lo cual los pone en situación de juicio y condenación delante de Dios.
Cómo honrar a los padres
Los hijos deben honrar a sus padres en palabra y en acción. Con reverencia y respeto, con estima y valoración, con obediencia y sujeción.
Reverencia y respeto
Reverencia y respeto son dos palabras que tienen significados muy similares. Sin embargo, si podemos hacer alguna distinción entre ambas, podríamos decir que reverenciar es reconocer la autoridad de los padres y su rango o categoría dados por Dios. Esto implica que —en cuanto a la autoridad delegada por Dios se refiere— los hijos no pueden tratar a sus padres como a sus iguales, o aún peor como a sus inferiores en cuanto a honra y autoridad. Si bien en todo lo demás no hay diferencia delante de Dios entre padres e hijos. Por ejemplo, en lo referente al valor intrínseco de cada persona y el amor de Dios para con todo ser humano. En la ley de Dios para el pueblo de Israel, la insolencia, ligereza de palabras, burla, desprecio o insulto a los padres era castigado con la pena de muerte.
"Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá." Éxodo 21:17
Por otra parte, respetar es acatar o ajustarse a la autoridad de los padres. En este sentido, no es difícil ver que del respeto a los padres viene la obediencia. Acatar es entonces obedecerlos y ajustarse a su autoridad. Es que los hijos sometan su voluntad a la voluntad de sus padres en todo aquello que es bueno y agradable delante de Dios. Por este motivo sin duda alguna, el verdadero respeto viene del amor que los hijos deben tener por sus padres. Un hijo que sólo obedece por temor a las represalias —al castigo— tal vez no respeta realmente a sus padres en amor, lo cual es triste. Y pueden haber muchos motivos justificables y no justificables por los cuales ésto sea así. Pues por otra parte, es también cierto que algunos padres hacen que para sus hijos sea muy difícil amarles y respetarles por causa de su trato injusto hacia ellos.
Estima y valoración
Estima y valoración son también dos palabras parecidas, las cuales sin embargo pueden tener también un matiz propio. Estimar es considerar o entender el valor de algo —en este caso, el de los padres como progenitores y como autoridad puesta por Dios para los hijos. Un hijo que estima a sus padres es aquel que reconoce por ejemplo, que les debe la vida y que tienen un lugar de privilegio y de autoridad sobre su vida.
Por otra parte, podemos decir que valorar es reconocer y aceptar el valor de los padres. Un hijo que valora a sus padres, valora su esfuerzo y sacrificio para alimentarlo, protegerlo y educarlo. Valora la comida, el techo y la ropa provistos por sus padres, aunque éstos sean de un valor modesto. Valora también sus consejos, enseñanzas y correcciones. Por contrapartida, hay un juicio de Dios para el hijo que se burla de sus padres y tiene en poco sus enseñanzas:
"El ojo que escarnece a su padre Y menosprecia la enseñanza de la madre, Los cuervos de la cañada lo saquen, Y lo devoren los hijos del águila." Proverbios 30:17
El pasaje anterior hace referencia a aquel hijo que mira con burla a sus padres para ridiculizarlos en su mente. Este pasaje dice básicamente que un hijo así es digno de muerte. Ni siquiera menciona agresión verbal o física hacia sus padres; tan solamente el hecho de mirarlos con desprecio y burlarse de ellos en su corazón ya es pecado delante de Dios. A veces los hijos se enojan con los padres con o sin motivo. El enojo no siempre es pecado (Ef. 4:26–27). Y es perfectamente natural que un hijo se enoje a veces con sus padres, pero no debe burlarse de ellos ni ridiculizarlos.
La cuatro cosas mencionadas —reverencia y respeto, estima y valoración— nunca caducan a lo largo de la vida de los hijos en la interacción con sus padres. Es decir que estas cosas siempre deben estar presentes en su conducta hacia sus padres. Deben estar presentes cuando los hijos son menores de edad, están al cuidado de sus padres y viven en la casa de ellos, y también cuando los hijos ya se han independizado de sus padres y viven afuera.
Por otra parte, a medida que los padres envejecen se vuelven dependientes de sus hijos para ciertas necesidades específicas. Necesitan de la ayuda de sus hijos por ejemplo cuando se enferman, cuando tienen problemas financieros, o no tienen un lugar donde vivir, o ya no pueden cuidar de sí mismos en cualquier capacidad esencial. En este momento particular de sus vidas los hijos deben ayudar a sus padres en aquellas cosas en las cuales los padres ya no son autosuficientes. Ésta es también la forma en que Dios espera que los hijos honren a sus padres.
El apóstol Pablo recalcó la importancia de que no solo los hijos, si no hasta incluso los nietos aprendan a ser compasivos con su propia familia y a recompensar a sus padres, como muestra de un buen testimonio Cristiano:
"4 Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan estos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios. [...] 8 porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo." 1 Timoteo 5:4, 8
Obediencia y sujeción
La obediencia y sujeción de los hijos hacia sus padres es también mandada por la palabra de Dios.
"Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. 2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; 3 para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra." Efesios 6:1–3
"[O]bedeced en el Señor a vuestros padres" significa que los hijos deben obedecer a sus padres como si obedecieran al Señor. En el sentido de que los padres representan la autoridad de Dios en la familia. Entonces los hijos deben reconocer que la autoridad de los padres no es una autoridad humana, sino fundamentalmente es una autoridad delegada por Dios a sus padres. Por tanto, al obedecer a los padres y sujetarse a ellos como Dios lo establece, el hijo reconoce y acepta también la autoridad de Dios en su vida. Por el contrario, aquel hijo que es desobediente a sus padres se pone en situación de rebeldía contra Dios. Y peca primeramente contra Dios, después peca también contra sus padres.
Pero aquel hijo que obedece a sus padres en todo lo que es bueno y agradable delante de Dios, significa que está sujeto a ellos. Lo contrario de la sujeción es la rebeldía. Dios quiere que los hijos sean obedientes y estén sujetos a sus padres. Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien es el ejemplo por excelencia del Hijo que vive en perfecta obediencia y sujeción a su Padre, como veremos más adelante.
Sujeción
La sumisión o sujeción es un concepto generalmente mal entendido —y a veces mal enseñado — en la iglesia Cristiana. Con toda seguridad es también bastante polémico. Pero es una enseñanza 100% Bíblica. Existen al menos cuatro tipos de sujeción enseñados en la Biblia:
- La sujeción de la esposa al esposo (Ef. 5:22).
- La sujeción de los hijos a los padres (Ef. 6:1, Col. 3:20).
- La sujeción de los creyentes a la iglesia —particularmente a sus líderes espirituales (He. 13:17).
- La sujeción de los ciudadanos a las autoridades civiles (Ro. 13:1).
Estos cuatro tipos de sujeción comparten los mismos principios Bíblicos en cuanto a su significación, propósito y ejercicio, y son además mandados por Dios, no por los hombres. Por consiguiente, obedecer y practicar cada uno de ellos, es obedecer y practicar la sujeción a Dios.
Honra y obediencia son una deuda de hijos a padres
En Romanos capítulo 13 Pablo hace referencia a las autoridades superiores puestas por Dios —he aquí nuevamente el concepto de rango o posición. Dice así:
"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos." Romanos 13:1–2
Cuando hace referencia a "las autoridades superiores", muy probablemente se refiere a todas las autoridades puestas por Dios en la familia, en la iglesia y también en la sociedad. Si bien a continuación hace referencia específicamente a las autoridades civiles, más adelante culmina dando una instrucción a pagar el tributo debido a todas estas autoridades superiores —no solamente las civiles. Nuevamente, no hay motivo para pensar que no haga referencia a todo tipo de autoridad puesta por Dios, pues menciona específicamente tributos de tipo material e inmaterial:
"Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra." Romanos 13:7
En este pasaje, la palabra "respeto" significa literalmente temor y reverencia y la palabra "honor" significa valoración, deferencia o consideración. Según Pablo, toda autoridad familiar, eclesial y civil puesta por Dios merece al menos uno o más de estos tres tipos de tributo material e inmaterial. Entonces Pablo está reforzando la idea de respetar la autoridad impuesta por Dios y someternos a ella, ya sea en la familia, en la iglesia y también en la sociedad civil. Por lo tanto, honra y respeto son definitivamente una deuda que todo hijo tiene para con sus padres.
Finalmente, los hijos tienen el deber de honrar la posición dada por Dios a sus padres, aunque no siempre aprueben la conducta de ellos. No es atribución de los hijos reprender a los padres que se portan mal, pero si fuera realmente necesario bien pueden exhortarlos con mucha sabiduría, con todo respeto y humildad, cuidando de no deshonrarlos.
El ejemplo de Jesús
El Señor Jesús es con toda seguridad el ejemplo más claro del Hijo que honra y obedece a su Padre. Cristo vino a este mundo no buscando lo suyo, sino el hacer la voluntad de su Padre. Él dijo lo siguiente:
"No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre." Juan 5:30
Pero tampoco es que Jesús vino forzado por su Padre o en contra de su propia voluntad. Lo que sucede es que Él sujetó su voluntad a la de su Padre —que es lo que todo buen hijo debe hacer cuando está bajo la autoridad de sus padres. Un hijo que obedece a sus padres por temor al castigo y a regañadientes no hace las cosas voluntariamente. Pero un hijo que obedece a sus padres voluntariamente es aquel que sujeta su voluntad a la de ellos y obedece por amor a ellos, no por temor al castigo. Cristo sujetó su voluntad a la de su Padre porque amaba y ama a su Padre.
"el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre," Gálatas 1:4
"[S]e dió a sí mismo" implica que se entregó voluntariamente por nuestros pecados para librarnos del castigo Divino. "[C]onforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre" implica que Él sujetó su voluntad a la de su Padre, lo cual requiere mucho amor de parte de Jesucristo como Hijo, pues lo que se predispuso a hacer no era nada fácil: Despojarse a sí mismo de los honores de su Deidad y tomar forma humana, para luego humillarse y obedecer hasta la muerte por los pecados de la humanidad.
"5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre," Filipenses 2:5–9
Fue "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". En los momentos más difíciles se aferró a la decisión que Él había tomado —de someter su voluntad a la del Padre— aunque éso significara experimentar un sufrimiento desgarrador que culminaría finalmente en su muerte:
"Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad." Mateo 26:42
"[H]ágase tu voluntad" dijo en sus momentos de peor agonía. No hay mayor ejemplo que éste, de aquel Hijo que sujeta su voluntad a la de su Padre.
Pero no solo sujetó Jesús su voluntad a la de su Padre celestial. Como ser humano estuvo también sujeto a sus padres terrenales José y María:
"Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón." Lucas 2:51
Excepciones de la obediencia a los padres
En el contexto de la Palabra encontramos situaciones excepcionales en las que los hijos ya no están obligados a obedecer las órdenes de sus padres:
- Cuando se casan.
- Cuando llegan a la edad adulta y se independizan.
- Cuando hay contradicción a los mandamientos de Dios.
- Cuando los padres se oponen a su salvación.
Analicemos cada una de ellas.
Cuando se casan
Si bien la honra y el respeto a los padres no tiene límite y nunca caducan, sin embargo la obediencia y sujeción a los padres sí tienen un final cuando los hijos dan el paso del matrimonio:
"7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno." Marcos 10:7–8
Cuando los hijos se casan, dejan de estar sujetos a sus padres. La frase "dejará el hombre a su padre y a su madre" no se refiere específicamente a dejar de vivir en la casa de los padres o a alejarse físicamente de ellos. Más bien implica claramente que una vez que los hijos se casan ya no están más sujetos a sus padres, y por lo tanto no les deben obediencia como cuando eran menores de edad. Implica también que el nuevo papel de los hijos —como esposos o esposas— toma automáticamente una preponderancia superior que el de hijo o hija.
Cuando los hijos forman su propia familia, los padres aún pueden —y deben—aconsejarles e incluso exhortarles. Pero no pueden darles órdenes y obligarlos a hacer ciertas cosas como cuando estaban bajo su autoridad, porque ahora ya no lo están. Y los padres deben esperar aún recibir de sus hijos honra en cuanto a reverencia, respeto, estima y valoración, pero no pueden esperar que sus hijos obedezcan sus órdenes o instrucciones.
Pero por otra parte, los hijos casados o independizados hacen mal si desestiman la sabiduría y el consejo de sus padres. Casarse o llegar a la mayoría de edad no implica necesariamente sabiduría; tan sólo implica independencia en la toma de decisiones. Pero para tomar buenas decisiones, los hijos harán bien si consideran la sabiduría y el consejo de sus padres, quienes tienen más experiencia de vida.
La edad adulta
La biblia no da instrucciones concretas respecto de la mayoría de edad o de la independencia de los hijos de los padres. Pero de acuerdo a las costumbres sociales y enmarcados en el contexto de la enseñanza Bíblica, cuando un hijo cumple la mayoría de edad legal, puede independizarse. Y cuando lo hace, ya no está obligado a obedecer a sus padres, pues es libre de tomar sus propias decisiones. Se aplican casi los mismos parámetros y principios que para los hijos casados, excepto quizás si el hijo adulto aún vive en la casa de sus padres y es aún sustentado por ellos.
La prudencia y decencia mandan que cuando un hijo que se ha independizado desea continuar viviendo con sus padres, éste debe respetar las reglas de la casa de ellos. No está bien que los hijos mayores de edad quieran vivir en la casa de sus padres, sin respetar sus reglas y valores, haciendo lo que ellos quieran, en una casa que no les pertenece. En este caso, conviene que los hijos conversen previamente con sus padres para llegar a un acuerdo respecto a las reglas que los padres esperan que ellos sigan. Si los hijos están de acuerdo, deben decidir someterse voluntariamente a dichas reglas. Si no, deben estar dispuestos a pagar el precio de su independencia y salir fuera para enfrentar sus propios desafíos.
Por contrapartida, todo hijo menor que esté bajo el cuidado y autoridad de sus padres tiene la obligación delante de Dios de obedecerlos.
Contradicción a los mandamientos de Dios
Los hijos no están obligados a obedecer ni seguir el ejemplo de sus padres cuando ello les lleva a pecar contra Dios. Es decir, cuando se les ordena hacer cosas que son moralmente reprochables y condenadas por Dios. Por ejemplo: mentir, robar, cometer actos de inmoralidad sexual, idolatría, o deshonrar a su otro padre, etc. En estos casos, la obediencia a Dios toma precedencia debido a que la autoridad de Dios sobrepasa siempre a la autoridad de los padres. Si un hijo peca por instrucción de sus padres, se pone en estado de rebeldía y condenación por parte de Dios. Lo cual nunca puede ser la voluntad de Dios para ninguna persona, pues sería una contradicción, y en Dios no hay contradicciones. Cuando los padres quieran obligar a sus hijos a hacer actos reprochables delante de Dios, los hijos tienen el derecho de declinar respetuosamente.
El siguiente pasaje en el libro del profeta Ezequiel ilustra muy bien la importancia de obedecer siempre los estatutos y preceptos de Dios por encima de cualquier designio pecaminoso que venga de los padres.
"18 antes dije en el desierto a sus hijos: No andéis en los estatutos de vuestros padres, ni guardéis sus leyes, ni os contaminéis con sus ídolos.19 Yo soy Jehová vuestro Dios; andad en mis estatutos, y guardad mis preceptos, y ponedlos por obra;" Ezequiel 20:18–19
Y Pedro junto con los otros apóstoles, nos insta también a negarnos con valentía a ceder a la coerción de cualquier ser humano que quiera obligarnos a desobedecer a Dios:
"Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres." Hechos 5:29
Oposición a su salvación
Si los padres presionan a sus hijos a no obedecer al llamado al arrepentimiento de pecados para perdón y salvación, no están obligados a obedecerlos. Los hijos tienen todo el derecho de seguir sus conciencias, porque la voluntad de Dios es la salvación de los hijos, incluso si sus padres no están de acuerdo. Tampoco están obligados a obedecer a sus padres si les presionan a renegar de su fe. La salvación es un regalo de Dios a todos; los padres no pueden prohibir a sus hijos el recibirla. En todo lo demás que sea bueno a los ojos de Dios, los hijos están todavía obligados a obedecer a sus padres.
Para los hijos que son menores de edad y viven aún bajo el cuidado y sostenimiento de sus padres, ésta es una situación difícil. Como consejo general, el hijo menor de edad tiene el derecho de obedecer a su conciencia y seguir su propio camino de la fe en Cristo —aunque lo haga en secreto— tratando en lo posible de evitar confrontaciones con sus padres y manteniendo siempre una actitud respetuosa para con ellos. Se puede obedecer al evangelio —como arrepentimiento para perdón de pecados— aunque uno no pueda por ejemplo, asistir a la iglesia. Pues si a un hijo menor le prohíben asistir a la iglesia, es mejor que el hijo obedezca a sus padres para evitar una confrontación. Después de todo, la fe en Cristo se la vive y practica ante todo en el corazón y faltar a la iglesia no es pecado.
Para otros problemas más específicos con los padres, los creyentes menores de edad que experimentan la oposición de ellos en cuanto a su fe deberían buscar el consejo sabio de líderes maduros en la iglesia. Pues es difícil enunciar un consejo general que abarque todos los posibles casos que jóvenes creyentes afrontan con padres incrédulos.
Por otra parte, el Señor Jesús nos enseña la importancia de amarle y obedecerle a Él antes que a otros, incluso a nuestros padres u otros familiares, incluso a nosotros mismos:
"Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo." Lucas 14:26
Cuando Jesús habla de aborrecer padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas, y aun nuestra propia vida, no está hablando de aborrecer en el sentido de odiar, porque obviamente el odio es pecado y el Señor no incita al odio. Sino que está hablando de preferir en cuanto a valor. Está hablando de no menospreciarle a Él —en el sentido de apreciar menos en cuanto a valor— en comparación con nuestros parientes e incluso nuestra propia vida, porque Dios tiene obviamente mucho más valor que todo ello. Un valor que es definitivamente incomparable.
El siguiente es un pasaje en el cual el Señor Jesús nos muestra cómo para él era más importante su ministerio y servicio a Dios, antes que ceder a demandas aparentemente caprichosas y antojadizas de su propia familia.
"46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. 48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre." Mateo 12:46–50
Para entender este episodio de la vida del Señor en el contexto apropiado, debemos recordar que cuando esto sucedió, el Señor Jesús ya era mayor de edad e independiente. Además estaba en pleno desarrollo de su ministerio, el cual fue arduo y fugaz pues duró solamente tres años. Y además tenía como fin la salvación de toda la humanidad. Su familia quiso interrumpirle cuando Él estaba frente a una multitud predicando el mensaje de salvación (Lc. 8:19). Todo parece indicar que no era nada urgente o digno de atención inmediata. Además, sus propios hermanos no creían realmente en Él (Jn. 7:3–5).
Aparentemente, su familia simplemente no estaba apreciando la importancia de lo que Jesús estaba haciendo en ese momento en particular: Estaba predicando el mensaje de salvación para que la multitud se salvase. No vinieron a escuchar sus enseñanzas, solo vinieron a interrumpirle para propósitos egoístas. En cambio, la multitud estaba allí para escucharle.
Con esto, no es que el Señor nos enseñe que el ministerio es más importante que la familia. Por el contrario, nuestro primer ministerio delante de Dios es siempre la familia. No es difícil suponer que el Señor Jesús se haya preocupado de hacer conocer su mensaje primeramente a su propia familia. Pero como ya dijimos, al menos sus hermanos simplemente no creían en Él (Jn. 7:3–5) y probablemente solo estaban interrumpiéndole por motivos egoístas.
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Este material está en constante revisión y complementación.
Versión 0.1 (24-04-24)